Sumida en un mar de dudas donde los interrogantes acordonan mis tobillos, abrazan mis muslos y se ciñen a mi cintura.
La desconfianza me llena la boca, la incertidumbre se agarra a mi lengua y la vacilación destroza mis cuerdas vocales.
Los tiburones de la soberbia nadan a mi alrededor, acechando a la presa sangrante, esperando a que esta se rinda ante las crueles mareas de la inseguridad.
Las algas de la arrogancia envuelven mis muñecas y me impiden nadar hacia la orilla.
Las gaviotas de la confianza y el optimismo caen a mi alrededor, muertas a manos de los insaciables buitres de la indeterminación.
La sal resquema, excaba y perfora mis heridas, buscando petrificar mi orgullo y convertirme en un pez de cuarzo en este perenne e ilimitado mar.
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